El carro volador ha sido un sueño permanente de los seres humanos desde que se inventaron el automóvil y el avión. Y a pesar de que ha habido muchos intentos de construirlo, hasta hace muy poco solo uno había logrado despegar: el Taylor Aerocar, un carro de dos pasajeros diseñado en los años 50 por el ingeniero Moulton Taylor, al que se le añadían unas alas en cuestión de minutos y se transformaba en un pequeño avión con el que se podía volar hasta 180 kilómetros por hora. Pero nadie lo compró, y los cinco prototipos que se construyeron hoy se encuentran en museos de aviación de Estados Unidos.
La semana pasada un nuevo modelo hizo que muchos creyeran que ese sueño está a punto de ser realidad. Se trata del Transition, de la compañía Terrafugia, un avión que una vez en tierra repliega sus alas en forma vertical y en menos de 30 segundos se convierte en un carro. Tras el aterrizaje, el piloto no tiene que bajarse ni esperar a reclamar maletas, sino que lo conduce hasta la casa y lo parquea en el garaje.
Este volador recibió la aprobación de la FAA, la máxima autoridad en transporte aéreo en Estados Unidos, en la categoría de aeronave deportiva ligera. El vehículo se parece al Escarabajo de la Volkswagen, y cuenta con las mismas características de un carro, con timón, pedales, dos sillas y puertas convencionales. Puede acelerar máximo hasta 112 kilómetros por hora, tiene 60 caballos de fuerza, transmisión en las cuatro ruedas y se llena con 20 galones de gasolina corriente. En el aire, un motor Rotax 912S le permite una velocidad de crucero de 185 kilómetros por hora y cubrir distancias hasta de 740 kilómetros. Además, incluye nuevas características que no tienen ni los carros ni los aviones, como un seguro para evitar que alguien accidentalmente accione las alas. El precio: 194.000 dólares. Por unos dolarcitos más puede tener una versión con paracaídas incluido.
Aunque en cine y televisión la idea de fusionar carro y avión en uno se ve fácil, en la práctica es como juntar manzanas y peras, debido a que un vehículo así requiere de especificaciones diferentes para cumplir bien cada función. El problema central es cómo hacerlo liviano para que vuele y lo suficientemente estable en tierra firme. En el mejor de los casos el resultado ha sido un híbrido que no hace bien ni lo uno ni lo otro. "Algunos diseños comprometen el carro y otros el avión", dice Robin Haynes, cabeza de otra de las 12 firmas que en Estados Unidos intentan crear un carro volador. Pero en este caso, dice Carl Dietrich, ingeniero de MIT y mandamás en Terrafugia, la historia será diferente porque el Transition "tiene la ventaja de las turbinas modernas, los materiales livianos como la fibra de carbón y la aviación basada en computadores". Y a diferencia de los intentos anteriores, Dietrich no adaptó un carro a un avión ni lo contrario, sino que creó un prototipo totalmente nuevo que tiene buena suspensión en las calles y buena capacidad de vuelo.
Para volarlo hay que ir a un aeropuerto y, desafortunadamente, si hay trancón en ese trayecto el conductor tendrá que soportarlo. También se requiere de licencia de piloto, aunque por ser una nave liviana, esta se consigue con apenas 20 horas de vuelo. Por eso, a Dietrich no le gusta que lo llamen el carro volador sino que prefiere el nombre de 'avión carreteable'. "La gente oye 'carro volador' y de inmediato piensa en 'Los Supersónicos', en 'Regreso al futuro' y en 'Blade Runner'", dice. Pero Dietrich asegura que el Transition no es ninguno de estos ni reemplaza el carro convencional pues por costos no es conveniente exponerlo a las vicisitudes del tráfico diario. "Este es el vehículo ideal para el fin de semana, para impresionar a su novia o a un cliente. Y aunque es posible detenerse a comprar algo en el camino al aeropuerto, no es el carro para ir a hacer mercado".
De hecho, fue concebido pensando en las limitaciones de los pilotos privados, que gastan mucho dinero alquilando hangares para guardar sus aviones y sufren porque sus itinerarios son muy sensibles al clima. Si hay mal tiempo muchos se arriesgan a seguir el vuelo por no dejar el avión parqueado en cualquier aeropuerto a mitad de camino. "Con esta alternativa, el piloto puede aterrizar en cualquier pista y seguir su viaje por carretera", señala Dietrich.
Expertos como Bruce Calkins, gerente general de Moller, empresa que también está desarrollando un modelo similar, dicen que un vehículo como Transition, que se puede usar en las calles como en el aire y que cumple los requerimientos mínimos de ambos, es un gran logro. Sin embargo, para él el verdadero auto aéreo es aquel que despega y aterriza de manera vertical, como el que propone su empresa. "El hecho de requerir un campo de aterrizaje limita la utilidad para el público general y no satisface la idea que la gente tiene del carro volador, que es poder ir del trabajo a la casa sin pasar por calles, puentes o túneles", dijo a SEMANA.
Todo lo que se requiere es una turbina de bajo costo, y Moller asegura que su empresa ya la tiene. Pero otros piensan que este concepto es prácticamente imposible de llevar a cabo porque requiere de mucha energía para el despegue y el aterrizaje y socialmente sería demasiado perturbador. "Imagínese el tornado que crearían los carros cada vez que despegaran del supermercado", dice Haynes. Según él, el problema real que enfrentan estas empresas es falta de capital para financiar los proyectos. Terrafugia ha dicho que tiene 70 órdenes y que empezará a entregar el producto a finales de 2011, pero para llegar a la fase de producción de 20 vehículos al año necesitará una inyección financiera de siete millones de dólares.
El principal reto es convencer al mercado de que estos aparatos no son un lujo sino una necesidad. Y si bien existe un argumento de peso, pues el tráfico en las grandes ciudades es cada vez más intolerable, todavía hay muchos escépticos. Juan Carlos Bocarejo, experto en movilidad, enfatiza que los problemas de tráfico no siempre se resuelven con tecnología. "Si los carros voladores se masificaran y se abrieran autopistas en el aire, las congestiones se generarían allí. Además, traería una cantidad de efectos indeseados como accidentes, polución o el incremento del ruido en la ciudad", dice. Para otros, aún falta resolver muchos interrogantes, como quién daría los permisos para estos vehículos o cómo se controlaría el tráfico aéreo. "La estructura regulatoria no está lista para la distribución masiva de un vehículo de esas especificaciones", señala Dick Knapinski, vocero de la Asociación de Aeronaves Experimentales en Wisconsin.
No obstante, los expertos señalan que hay iniciativas para estimular el transporte aéreo personal. Por ejemplo, las tecnologías de control de tráfico aéreo ya se están adaptando a un escenario futuro en el que habrá más aparatos volando. Asimismo, los sistemas de navegación son cada vez menos costosos y se están incorporando a las aeronaves livianas. También se están construyendo helipuertos y pistas cortas en muchas más partes del mundo. "A medida que avanzamos, más y más tecnología va a reemplazar las habilidades de navegación y comunicación que se requieren para volar, y no se necesitará ser un piloto muy entrenado para hacerlo", dice Calkins.
Por eso, aunque es consciente de que el Transition es aún para un público muy selecto, primordialmente integrado por pilotos, y su diseño como carro todavía tiene campo para mejoras, Haynes piensa que se trata de un paso adelante y en la dirección correcta hacia el sueño del carro volador. Y señala que "no es tanto por la innovación tecnológica como por el hecho de que el Transition le mostrará al público que el sueño del carro volador sí puede convertirse en realidad".
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